sábado, 20 de abril de 2013

Vagabundo


En el ocaso de tristeza y pena,
ya vuelvo mi vista sin morbo alguno,
me atraen más las sombras del sendero,
el canto de aves junto aquel riachuelo,
la fresca paz del sol por la mañana,
comiendo montados con asadero.


Viajo sin destino a pie y sin abrigo,
emprendí solo pero no es castigo,
bebiendo vino que endulza el camino,
y el alma al lomo empeñada conmigo.


Al pie de la montaña está mi nido,
cabaña olvidada amante del frío,
que el viento y la lluvia ya la han pulido,
sin dejar rastro de lo ahí ocurrido.


Julián Luján




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