sábado, 22 de febrero de 2014

La Multa


A la luz de la luna vagaba él
no había en su rostro rictus alguno,
chaparro y con sus ojos de color miel,
sufría del alma como ninguno.

Tiempos de sol y lluvia, que alegría
fue vivirlos en linda compañía.
Así se expresaba Chuchito antaño,
hasta que le pasó lo ya no extraño.

Cálida tarde de una primavera
muchos años hace quien lo dijera,
se casaba Don Chucho en La Rivera;
dábale el sí Doña Amelia la Güera.

¡No te ates! Amigos de ella decían,
al enamorado; no les oía.
Preocupada, la Güera se encogía
hacia Chucho, mientras les bendecían.

¡Acepto! Orgullosa le contestaba,
al Párroco que a tiempo la casaba,
pues a la Güera ya se le notaba,
la pancita que a otro se le achacaba.

A Chucho por la mente no pasaba
que su novia con otro lo engañaba.
Pero parió la Güera prietos cuates
que para Chucho fueron disparates.

¡Esos míos no son! Dijo en coraje.
¡Estos niños al mundo yo no traje!
¡Lárgate puta antes de que te mate!
¡Anda que mi corazón por ti aun late!

Errante, solitario y vagabundo,
por las noches entre trovas se embriaga,
sus tristezas son pesar nauseabundo
pero a nadie con sus penas embarga.

Ahora ya con un andar pesado,
más por mórbida gordura aberrante
que por edad o por adocenado,
no trabaja, sobrevive indignante.

Difícil es de saberle amoríos,
al menos de los llamados normales,
dicen sus gustos tornaron sombríos,
pero quiere mucho los animales.

Cierto día y de manera atrevida,
llegóse a pedir fiado a Doña Frida,
hielo y una hielera con cervezas,
frituras con todo y dos hamburguesas.

Con tanta suerte que le dieron todo,
no porque fuera Frida buena gente,
sino porque apestaba a hediondo lodo
y para que se fuera…, fue decente.

Y como toda historia que se cuente,
de perdido tiene un bajo motivo
nada es la vida de Chucho importante
pero es su multa por ser tan lascivo.

Julián Luján

1 comentario:

¡Comenta! Gracias.